Gladiador by Simon Scarrow

Gladiador by Simon Scarrow

autor:Simon Scarrow [Scarrow, Simon]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ficción, Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2010-01-01T05:00:00+00:00


* * *

Además de las mejoras en las defensas de la ciudad, Macro se encargó de buscar reclutas que complementaran los efectivos de las tropas auxiliares. En un primer momento Sempronio había solicitado voluntarios, pero cuando se presentaron menos de un centenar de hombres de la ciudad en la plaza de armas que Macro había delimitado a una corta distancia al otro lado de las murallas, se hicieron necesarias medidas más severas. Se enviaron varias secciones de auxiliares a recorrer la ciudad en busca de hombres sanos, a los que obligaron a marchar hasta la plaza de armas. Allí los llevaron en presencia de Macro y él seleccionó a los que utilizaría para reforzar la guarnición de Gortina. Los detalles acerca de cada uno, como el nombre, la familia, la calle en la que vivía y su ocupación, se anotaban con esmero antes de presentarlos a Macro, que se hallaba sentado frente a una mesa de campaña colocada debajo de un toldo.

Resultaba desalentador ver a una sucesión de hombres tristes o enojados que eran capaces de empuñar un arma, pero a los que les irritaba tener la oportunidad de defender a sus familias y su ciudad. Uno de ellos era un joven alto y musculoso que vestía una túnica cara. Llevaba el cabello oscuro muy bien cortado y una barba recortada con precisión adornaba su mandíbula. Al principio Macro no lo ubicaba, pero de pronto recordó que se contaba entre los miembros del círculo de Glabio en la acrópolis el día que el recaudador de impuestos había sido depuesto.

—¿Nombre?

—Pándaro, hijo de Polócrites.

Macro le dirigió una mirada fulminante.

—A partir de ahora me llamarás señor. ¿Entendido?

—No veo la necesidad de llamarte señor, romano.

—¿Y eso por qué? —preguntó Macro con una sonrisa incitante.

—Porque yo no soy un soldado ni lo seré nunca. Además, voy a protestar por el trato que he recibido aquí a través de los más altos conductos. Mi padre tiene contactos políticos en Roma. En cuanto éstos sean informados de que un modesto oficial ha osado sacar de su casa a un hombre libre para reclutarlo por la fuerza a punta de espada, el castigo que se te vendrá encima no tendrá límites. —Pándaro quedó satisfecho con su breve monólogo y brindó a Macro una sonrisa conciliatoria—. Aún no es tarde para poner fin a este triste drama que has montado. O más bien debería decir comedia —se volvió y dirigió un gesto a la fila de hombres que esperaban bajo el sol a que Macro los viera. Se oyó un apagado coro de apoyo—. Déjanos marchar y te haré un favor, romano, y no informaré de tus actividades delictivas a tus superiores en Roma.

Se irguió, se cruzó de brazos y miró fijamente a Macro. Éste le devolvió la mirada un momento y a continuación bajó el estilo hacia la tablilla con un suspiro cansino.

—¿Has terminado, Pándaro?

—¿Terminado? —Pándaro torció el gesto y se enojó—. Crees que no lo digo en serio, ¿verdad?

—¡Oh, no! Estoy seguro de que lo dices en serio; lo que pasa es que yo no estoy dispuesto a tomarte en serio —respondió Macro—.



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